lunes, 19 de septiembre de 2011

SÚPLICA PARA SER ENTERRADO EN UNA PLAYA DE ARTÀ



suplica para ser enterrado en una playa de Artà por cgarridotorres

sábado, 17 de septiembre de 2011

CANCIONES DE LOS ÁRBOLES



El archiduque Luis Salvador escribió una colección de “Canciones de los árboles”. Y es ahora, a las puertas del otoño, el momento para emularlo. Estamos en la época en que ambas estaciones se intermezclan entre ellas con gran sutileza. Hace calor, pero los cielos comienzan a ser cristalinos, de colores muy subidos. De vez en cuando, una lengua de aire frescachón se desliza casi imperceptiblemente por entre las terrazas y las sombrillas. Se percibe un perfume más profundo, más matizado.

 Y sobre todo los árboles nos hablan de la inminencia del otoño.

 Ayer iba con mi bolsa de basura cuando, al pasar junto a un jardín, escuché el temblequeteo de las hojas de un gran árbol. No sabría decir de qué especie era, pero tenía ese sonido musical de los olmos o los chopos cuando sacuden suavemente su hojarasca, produciendo un murmullo parecido al de los festones de papel que adornan las verbenas veraniegas.

 De repente, aquella canción arborícola, me evocó un sinfín de imágenes. Allí estaba yo, de pie, con mi bolsa, pero mi mente volaba. Me trasladaba a los ríos de montaña, a esos árboles que los orillan y que al mediodía se ponen a tocar la pandereta de sus hojas. Qué sonido más agradable, porque va siempre asociado al verdor, a la humedad, al olor dulzón de los aguazales.

Las hojas del árbol me adelantaban el tiempo en que los cielos se llenan de nubes pictóricas. En que el viento arrastra por el suelo miríadas de hojarasca muerta, como si fuese el flautista de Hamelín. Los días en que comienzas a cerrar las ventanas, rescatas las chaquetas, colocas por la noche una manta mientras escuchas caer la lluvia y el tronar de las tormentas.

La canción del árbol no sólo lo anunciaba, sino que removía en la bañera de mis recuerdos millones de memorias, de imágenes pasadas, de sensaciones indelebles en las diapositivas de tu mente.

 Te devolvía esa sensación tan valiosa, y mucho más en las ciudades, de que formas parte de un todo mucho más grande que lo humano, inmenso. De ritmos lentos y repetidos.

Esta es la letra que nos cantan todos los árboles, sean como sean.

viernes, 16 de septiembre de 2011

EL PALACIO DE LAS ROSAS



Las horribles noticias que llegan cada día de Siria me evocan recuerdos literarios.

Por ejemplo, el Palacio de las Rosas (Ksar Ibn Wardan). Un palacio edificado por Justiniano en pleno desierto, para un miembro de la familia imperial que fue desterrado a ese remoto lugar. Tal vez fue obra del mismo Isidoro, el arquitecto que restauró Santa Sofía después del terremoto.

Está edificado con obra de ladrillos, capiteles de mármol de Mármara labrados en Constantinopla. Los aposentos están distribuidos alrededor de patios con galerías, y las salas estaban cubiertas con sistemas de bóvedas.

Lujo en medio de la Nada. Escenario para un cuento oriental.

martes, 13 de septiembre de 2011

EL SEÑOR DE LAS POSTALES





A finales de los 80, me dediqué libreta en mano a reseguir los escenarios de mi adolescencia. Todavía estuve a tiempo, porque años después desaparecieron casi por completo.

Rincones de la Barcelona de los 60, como la tienda del señor de las Postales. Estaba en la Gran Vía, muy cerca del Rex. Era un antro diminuto, lleno de postales por todos lados. Allí me compraba fotos de los Beatles y de artistas de cine. Para mí era un lugar milagroso, mágico.

El encargado era un hombre ya mayor, con gafas y muy enjuto. De vez en cuando subía por unas estrechas escaleras para buscar sus mercancías en un altillo.

Un día me contempló con mirada turbia. Y me dijo: "Tengo una mejor que esa de los Rolling que me pides". Subió al altillo. Bajó con un sobre, sacó una postal coloreada de Brigitte Bardot tapándose con una toalla.

Nunca olvidaré la sonrisa que puso. Parecía que tuviese una pelota de ping-pong en la boca.

Yo, que todavía era jovencito, le compré la de los Rolling. 

miércoles, 7 de septiembre de 2011

ROCAS LOCAS





En los años 80 frecuentaba mucho la costa norte de Mallorca. En los despeñaderos de Deià, en los rincones de las calas, descubrí la existencia de "rocas locas". Es decir, piedras que vistas con la imaginación (del mismo modo que hacemos con las nubes) se convertían en personajes.

Lo que más me sorprendió es que casi todos esos seres quiméricos, sugeridos por las anfractuosidades y las sombras, eran dementes. Estaban locos. Eran gigantes, dragones, orates demenciales. Me dediqué a dibujarlas, de acuerdo a tal como yo las veía.

¿Qué tiene el sueño de las rocas que las enloquece? ¿O era yo que proyectaba mis delirios?