Las redes
sociales han extendido la enfermedad de la opinionitis hasta el infinito.
Durante una época, solo la gente considerada como solvente manifestaba su
opinión sobre ciertos temas en los medios, fuera prensa o televisión. Después
llegó la moda de las tertulias y los foros. Los medios se democratizaron. Abrieron sus puertas a más especialistas, pero también se llenaron de gente de
diferente pelaje dispuestos a opinar sobre todo. Incluso sobre lo que no tenían
ni idea.
El fenómeno ha adquirido proporciones
cósmicas con las redes sociales. Ahora, cada usuario es un editorialista en
potencia. Un crítico, un experto, un historiador. Abres cualquier página y te
encuentras con un montón de comentarios, "memés" y pronunciamientos
de todo tipo. Algunos justos y sensatos. Pero la mayoría indocumentados,
arrogantes y mendaces. Porque el perfil del opinador por las redes cada vez se
parece más a esos comentaristas de las teles amarillas. Tiempos de buscar la
sensación, de eso que llaman "posverdad" y no es más que manipulación
en busca de resultados. De audiencia. De resultados económicos.
Me asombra que nadie haya reivindicado el
antídoto a esa plaga. Que sería algo tan fácil como el "noseísmo". Es
decir, la aceptación del "no sé" cuando realmente no se sabe. Y no su
ocultación retórica con argumentos de todo tipo para no reconocerlo.
¿Qué tiene de malo el no saber? ¿En razón de
qué todo el mundo ha de tener profundos conocimientos de economía, historia
contemporánea, sanidad? El propio espejo de los medios hace creer a la gente
que son expertos y documentados. Pero no es cierto. La mayoría de nosotros no
tenemos ni idea de la mayor parte de lo que ocurre en el mundo. De los
movimientos profundos. De la razón histórica. Del auténtico significado.
Pero como papagayos, todos acaban repitiendo
frases falsas de autores que han copiado en Internet. Execrando, pontificando,
sobre asuntos que escapan de mucho a nuestra capacidad de análisis.
El "noseísmo" sería una especie de
movimiento franciscano del conocimiento. La vuelta a la sinceridad original, la
humildad y la falta de humos. El "noseísmo" impulsa a buscar las
cosas, a relativizarlas, no a los gritos y los panfletos sectarios. No al hablar por boca de ganso.
Un mundo en el que todo el mundo cree saberlo
todo, en que tan fácilmente se descalifica y critica, es un mundo peligroso.