martes, 30 de agosto de 2011

ÁRBOLES SINGULARES DE LAS ISLAS




Catálogo oficial de árboles singulares y monumentales de las Islas. Está publicado en la web de la CAIB y resulta de muy curioso conocimiento.

Una precisión: el ficus del Cementerio no puede ser de principios del XIX, porque se encuentra en el recinto que se construyó a partir de finales de ese siglo y principios del XX.

Muy interesante.

http://www.mediafire.com/file/bdd2ccw1vglabbl/arbres_singulars.pdf

MALLORQUINARIO (1): "CAN"

CAN

(Apócope que significa "casa de")

Pocas cosas trata el habla mallorquina con tanta ternura como el concepto de casa. Aplicación profunda del principio de la personalidad de las cosas. O de la emotividad objetuaria.


Para la mentalidad industrial, de la gente que vive en una gran ciudad, las cosas son objetos reemplazables. Bienes de cantidad. Se definen por su categoría y, sobre todo, por el valor económico. Es una visión bastante seriada y abstracta.


Pero en las sociedades de estirpe rural no ocurre así. Quizás por ese contagio de un entorno vivo, donde cada cosa tiene una existencia y una personalidad, los objetos resultan más singulares. Se aprecian sobre todo por su valor sentimental. Las cosas se humanizan, por decirlo así. Y mientras una persona de mente industrializada reemplaza sin remordimientos un objeto por otro igual o mejor, en las sociedades rurales cuesta mucho más hacer el cambio. Se tiende al conservadurismo no sólo por razón de las ideas, sino también por los sentimientos.


La casa sigue siendo el centro del mundo mallorquín, por más cambios y mestizajes que hayan ocurrido. Cada vez que se emplea la expresión Ca nostra, se está haciendo referencia a un concepto casi compartido de la casa. Un hogar, un refugio, un ofrecimiento hospitalario. El nostro no se refiere tanto a una propiedad excluyente como a un ofrecimiento abierto. Y de hecho, es un término paralelo a todos los protocolos de la hospitalidad: ofrecer una berenadeta, sentarse al lado del fuego, escanciar unas herbes.


Ese concepto de ca nostra se echa mucho de menos cuando estás fuera de la isla. Porque entonces te das cuenta de que, en cierto modo, toda la extensión insular es una especie de ca nostra. Vas de pueblo a pueblo, cruzas los términos municipales y las comarcas, pero es como si te limitaras a cambiar de habitación. Sin salir de la misma casa. ¡Qué diferencia con los territorios peninsulares, donde das unos pasos y ya te sientes en un lugar ajeno!


No es extraño, por lo tanto, que la casa también sea objeto de juegos de humor. Porque la afectividad isleña se ríe sobre todo de las cosas que aprecia. Es una forma un poco tímida de demostrar la ternura.


Si repasamos los nombres tradicionales, encontramos muchos nombres de casas con cierto acento humorístico o burlón. Cada uno de ellos sugiere una historia, o pone un acento socarrón en sus primeros propietarios. La lista podría ser larguísima:

Can Pa amb Oli

Can Garra Seca

Cas Xinos

Can Tic-Tac

Can Pelut

Can Filòsof

Can Papà

Ca el Beato

Can Pipiu

Can Gordo

Ca el Perdiu

Can Poca Farina

Can Gallina

Can Poca Son

Can Bailón

Can Granot

Can Poca Roba

Casa Salerosa

Ca la Sort

Can Mico

Can Cada Dia

Can Paparreta

Can Puceta

También es muy común la expresión "ca una puta", que se emplea para expresar lejanía tanto geográfica como vocativa: "Vés-te a ca una puta".


Pero la aplicación más divertida de esas ironías la encontré en una vivienda que se llama orgullosamente nada menos que: Can Tinflas.


¡Puro humor mallorquín!

domingo, 28 de agosto de 2011

CHURROS IN THE NIGHT



Hay aspectos en los que uno no deja de ser niño jamás. Como en la fascinación por mirar las tiendas de juguetes. O ese instinto goloso que te aboca hacia las cosas dulzonas y contundentes. Tal vez por ello siempre he sido un admirador de las churrerías. Sobre todo en las horas del anochecer.


Qué cosa más fría una ciudad en invierno cuando se empiezan a encender las farolas, y las calles sólo son cruzadas por los coches. El cielo se torna violáceo, lleno de trasluces, se encienden las ventanas de las casas. La calle se deshabita, produce una desazón especial.


Pero para salvarnos están las churrerías.


Producen una gran ternura en primer lugar por sus habitáculos. Son como los puestos de castañas, los quioscos de diarios, los antiguos cacahueros y carameleros, las caravanas del circo. Están plantados en la soledad asfáltica como una colonización humana y multicolor. Pero en este caso, con una enorme ventaja. El aroma.


No hace falta ser piel roja para detectar una churrería desde bastantes metros de distancia. Es un aroma de aceite y pasta, de azúcar y fritura. Tan denso que creo que engorda con sólo olerlo. La churrería esparce a su alrededor una atmósfera operística del estómago. Con esas luces siempre algo sobrenaturales de sus neones. Los colores de las chuches, las bolsas de patatas fritas, la máquina de chocolate. Es el verdadero imperio de los sentidos.


Contemplar la fabricación de los churros es asistir a una artesanía. La masa sale hecha un verdadero "churro", luego cae en la masa hirviente del aceite. Espumea, crepita. Es como las buenas cosas de la vida, que empiezan blandas y paliduchas para irse tostando, haciéndose crujientes y olorosas. Cuando sale el churro de la marmita, va a parar al cucurucho donde deja sus huellas dactilares de aceite. Y ese olor tan alimenticio.


El churrero lo maneja todo con suficiencia. Y en el fondo no dejas de envidiarle. Allí, siempre en un nivel más elevado, rodeado de esas luces mistagógicas, manejando los cucuruchos como un mago. Iluminados igual que un trasatlántico en la noche urbana.


No es extraño que más de uno de mi generación dijera muy serio a sus padres. "Mamá, de mayor quiero ser churrero".

sábado, 20 de agosto de 2011

ACROTERIAS




Las palabras constituyen el sustrato del conocimiento. Cuantos más términos somos capaces de emplear, más rica y matizada es nuestra visión de la realidad. Es como cuando vamos a un campo. Si no conocemos el nombre de ninguna planta, nos parece algo uniforme y plano. Pero un botánico sería capaz de estar horas descubriendo especies, flores, endemismos. Para él, la misma realidad sería una alfombra llena de sorpresas.

Hace tiempo descubrí la existencia de las acroterias. Son esos remates que coronan los frontones de muchos templos clásicos. A veces en forma de concha, muchas veces representando la silueta de una palmeta. Un mero detalle ornamental, sin otra función que realzar la silueta del edificio. Este repertorio clásico se puso muy de moda en el siglo XIX. Pero, claro, uno no suele prestar atención a estas cosas. Hasta que un día, por casualidad, levanté la mirada. Y allí, en un edificio del Carrer del Call, vi aquel elemento curioso. "¡Vaya, una acroteria!", me dije. A partir de ese momento, mi memoria computó el nuevo input. Y empecé a ver acroterias por todos lados. En el primer edificio de Sa Nostra, obra de Bennàssar, en la Misericòrdia. En los remates de edículos representativos, en grabados antiguos...

Algo que era absolutamente desconocido para mí, que no existía, se convirtió en un motivo de curiosidad. Me recordó a los juegos de niños, cuando coleccionábamos matrículas de coches. Ahora me había convertido en un caza-acroterias. Eso me hizo pensar en que no acabamos de sacar todas posibilidades a nuestra realidad. Pasamos por la ciudad un poco como sonámbulos. Y si fuésemos capaces de analizarlo todo, conocer los detalles, emplear el vocabulario matizado del conocimiento, cualquier paisaje urbano se convertiría en interesante.

Por cierto, los que deseen introducirse en el mundo de las acroterias tienen una muestra derrochosa y magnífica. El edificio del antiguo Banco de España. Su arquitecto, Miquel Rigo, realizó una verdadera apoteosis de acroterias. Debía de ser un acroteriómano porque a su muerte, en 1876, fue sepultado cerca del antiguo oratorio del cementerio. Y como monumento funerario, ¿qué tenía?

¡Una inmensa acroteria!

miércoles, 17 de agosto de 2011

EL 2 DE SEPTIEMBRE, CONCIERTO EN CAN JORDI (IBIZA)




El 2 de septiembre, a las 20 horas, concierto en Can Jordi Blues Station (carretera de Sant Josep). Un rincón pequeño pero inconmensurable. El Centro del Mundo.

Compartiré terraza con mis buenos amigos de Es Toc Acústic. Cañitas, blues y buen rollo.

viernes, 12 de agosto de 2011

YO REPROCHO




Me gustaría ser economista para criticar con conocimiento lo que está ocurriendo, y destacar los errores de quienes han gestionado nuestra colectividad desde hace bastante tiempo. Pero no tengo criterio suficiente para hacerlo.

Ahora bien, para lo que sí me siento capacitado es para criticar amargamente el TONO VITAL Y MORAL en el que se desenvuelven cada día más los MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Decepcionante.

Yo les REPROCHO:

- Rechazar de plano cualquier AUTOCRÍTICA. Criticar a un medio de comunicación, incluso desde dentro, se considera un ataque. La prensa y los medios se han convertido en una pecera autocomplaciente.

- FALTA DE INTELIGENCIA Y PERSPECTIVA HISTÓRICA. En lugar de analizar y valorar a fondo, los medios se pierden en la casuística. ¿Qué valor tiene anunciar a todo trapo un día que la Bolsa sube si al día siguiente puede bajar? Lo que importa es explicar el contexto, dar datos para analizar. La avalancha de noticias tapa la desinformación.

- HIPOCRESÍA MORAL. ¿Cómo es posible que a estas alturas sigan los medios anunciando servicios sexuales? Por un lado, los diarios pontifican y dan lecciones a todos. Por otro, mantienen sólo por cuestiones económicas esta vertiente vergonzante de la explotación sexual.

- Buscar SÓLO EL NEGOCIO. Que en la parrilla de la TDT proliferen canales de videntes y embaucadores es una vergüenza nacional.

- Rendirse al FAMOSEO, el glamour patatero y la “prensa rosa”. Ese tipo de registro es manifiestamente indigno, además de intelectualmente retrógado. Cuando tanta falta hace la educación a todos los niveles, gastar dinero en chismes y personajes frikis es de suicidio colectivo.

- Utilizar la ÉPICA MENTIROSA de las estrellas del DEPORTE como reclamo. Los grandes deportistas son muy dueños de firmar contratos multimillonarios, o llevar publicidad hasta en los calzoncillos. Pero convertirlos por ello en héroes resulta lamentable.

- HACER EL JUEGO A LOS PODEROSOS en detrimento de lo que ocurre en la calle. De lo que no se enteran o no quieren enterarse.

jueves, 11 de agosto de 2011

MENSAJE

Lo digital se ha introducido en nuestras vidas. Y con la imprudente insolencia del hombre de este siglo, lo damos como un sistema insustituible e infalible. Sin embargo, cada vez conservamos más cosas de forma virtual. Recuerdos y testimonios que, en puridad, no existen. Están en una memoria, en un disco duro, un cd. ¿Qué pasaría si un día colapsan esas tecnologías? De repente, una parte sustancial de nuestro arsenal de emociones y conocimientos se evaporaría, ¡buf!, como si nunca hubiera existido.
Ayer encontré un viejo contestador automático de cassete. Esos cacharros grandes y pesados que hace tiempo nadie utiliza. Porque ahora los mensajes también son virtuales. Hacía muchos años que no lo utilizaba, muchos. Así que lo puse en marcha con gran curiosidad.
De repente, fue como un viaje a los abismos del pasado. Allí estaba la voz de amigos míos hablando de actualidades que hoy ya son historia remota. Porque cualquier nimiedad, quince años después es puro testimonio. Podía escuchar voces infantiles de gente que ya son adultos. Referencias a cosas que había olvidado por completo.
Me di cuenta de que aquella revisitación electrónica ponía en valor esa microhistoria de la cotidianeidad. Conservada en este caso gracias a una tecnología obsoleta. Pero que hoy ya no es posible, por culpa de la virtualidad digital.
¿Es importante? Hay cosas que te tocan muy profundamente. Y que ello suceda, es garantía de que sigue existiendo un sustrato de humanidad. Necesitamos los ecos y los recuerdos del pasado.
Lo que más me emocionó fue que, después de uno de aquellos "bip", salió una voz nasal y risueña. Me quedé helado. Pertenecía a una buena amiga, que falleció hace ya más de nueve años.
Y desde aquel limbo electrónico me decía: "¿Qué? ¿Estás muerto o qué? ¡Llama!".

miércoles, 10 de agosto de 2011

TERROR FANTASTIC


He leído con emoción esta reseña sobre “Terror Fantastic”. Una revista sobre cine y literatura fantástica que tuvo el valor de salir a la calle en los primeros 70, cuando el tema todavía constituía un tabú. Con emoción porque fue allí donde publiqué mis primeros artículos.

La literatura fantástica ofrecía un escenario de libertad para los contenidos profundos de la Psique, liberaba aspectos de la personalidad. Eso tardé bastante en entenderlo, entonces sólo sentía atracción por esos temas góticos, románticos, sin comprender qué había de mío en ellos. Aquella tendencia modeló las bases de mi sensibilidad. Ahora me doy cuenta.

Empecé escribiendo críticas de cine, y luego largos reportajes sobre libros o películas. Un poco pedantes, pero con voluntad de seriedad y algunos pinitos estructuralistas.

Recuerdo a Francisco Montaner, que era el coordinador y tenía una inmobiliaria en la calle Aragón. A él le alquilaría mi primer piso: un estudio diminuto en el Clot. Todo era improvisado, intuitivo, un poco secreto.

Ahora, “Terror Fantastic” es un objeto de coleccionistas, y guardo con cariño los números encuadernados. Con mucho rojo y negro, vampiros, monstruos, zombies. Símbolos.

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http://www.revistafantastique.com/revista.php?articulo=298

sábado, 6 de agosto de 2011

MÚSICAS LEJANAS





El verano tiene su propia sensorialidad. La ciudad huele de una manera distinta. La densidad y calidad del aire es muy diferente a la primavera o el invierno. Es como si la atmósfera estuviera “llena” de contenidos que, cuando llegue el frío, desaparecerán. Y tiene, sobre todo, su propia escala de sonidos.

Además de las cigarras y sus solos de chelo destemplado, existe una sensación sonora muy identificable con los meses estivales. Las músicas lejanas.

Como todo el mundo tiene la ventana abierta, el horizonte nocturno se llena con más perspectivas que una tabla flamenca. Y, casi siempre, se escucha en la lontananza una música a veces poco identificable.

Al ser época de fiestas y verbenas, puede tratarse del fondo musical de una de esas celebraciones, que arrastrado por el vientecillo nocturno viene a recalar a tu ventana, como un pájaro invisible. O quizás una cena que alguien celebra en un terrado, entre luces de farolillos y cocas varias. Porque muchas veces, a las músicas les acompañan risas imprecisas, un poco fantasmales.

También puede ser que un solitario, para vencer el insomnio, deje que el equipo de música llene su piso de ritmos y vibraciones. En la soledad de los salones y los pasillos inmóviles y deshabitados.

El gran encanto de la música lejana es precisamente que no sea identificable. En caso contrario pierde todo el misterio, y se convierte simplemente en una lata. Pero cuando reverbera desde lejos, imprecisa, con idas y venidas, entonces es como si introdujese un punto de fuga a la percepción de la noche. Y te hiciera retroceder, mientras pierdes suavemente el sentido, a un verano universal. A esos veranos perdidos de la infancia, de la adolescencia, del pasado o quizás también del futuro.

Donde, en la alta noche, siempre hay una música remota que llega a tus oídos.


(Foto: http://nubes.balearweb.net)