Domingo por la tarde, anochecer. El espigón del puerto de Ibiza es uno de los últimos paisajes portuarios intactos. Paseas entre parejas y jubilados. Te sientas en el espaldón para ver Dalt Vila por un lado y Formentera allá lejos por otro.
Es el momento de la hora verde. El mar parece lleno de profundidad y lo contagia todo de acuarelismo.
Justo al lado de la farola donde alguien escribió en 1992: "Me siento morir".
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