El verano tiene una voluptuosidad especial a base de la inacción. Son esas horas largas desde la sobremesa a media tarde. El auténtico Wu-Wei mental y físico.
Uno se largartea. Busca un lugar cerrado, oscuro, por donde corra una ligera brisa densa como el botafumeiro.
Y la caricia es meteorológica, material, conecta con la reptilibidad del alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario