miércoles, 20 de mayo de 2009

LOS POLÍTICOS Y LA "ERÓTICA" DEL PODER




Es un lugar común hablar de la "erótica del poder". Todos nos hacemos una idea de lo que ese tópico significa, pero no nos hemos parado a reflexionar. ¿Erótica? ¿Qué erótica? Por supuesto que no podemos hablar de la sensualidad, ni de los tocamientos libidinosos, ni de cualquiera de las otras prácticas que a todos nos vienen a la cabeza. Porque el poder es abstracto y no tiene culo. Entonces, ¿qué diantres significa la erótica del poder?

Muy sencillo. Erotismo es sobre todo proyección, fantasía. Una persona que para otros resulta absolutamente anodina, se convierte de repente para alguien en el objeto del deseo. Acumula un valor erótico. No es sólo ella: es lo que el amante ha visto en ella. Es su fantasía. Cuanta más carga oculta, más imaginación, más erótica será una realidad.

Pues bien, en la política pasa exactamente lo mismo.

Contemplad amigos telespectadores a esos animalillos retozando en la sabana. Se rascan las pulgas, holgazanean, se reúnen, viajan en manada. ¿De verdad creen ustedes que su situación real es envidiable? Tal vez no. Pero no se trata de lo que son. Sino de lo que ellos imaginan ser. Contemplan el horizonte entornando los ojos, como el rey leon otea la futura caza. Caminan con prosopopeya, cual la matriarca de un rebaño de elefantas. En su mente se imaginan participar en cacerías épicas, se ven liderando las grandes migraciones de ñus, o cruzando sus cornamentas en un duelo a muerte por el papel de Macho Alfa.

Muchas veces he pensado: ¿qué pasa por la cabeza de un político en el momento de cruzar la fina línea que le separa del ciudadano anónimo? ¿Qué le motiva a hacerlo? ¿Qué le impulsa a seguir?

No es ni más ni menos que esa imaginación activa que nos devuelve a los orígenes de cualquier colectividad animal. ¿Por qué el jefe quiere ser siempre el jefe? ¿De verdad su vida es siempre mejor que la de los demás? Probablemente no. disfruta de privilegios, pero sufre también el estrés constante de defenderlos. Pero nadie renunciará al sueño de cumplir sus instintos biológicos más profundos. Los unos, encabezando la oscura multitud de los bisontes peludos. Los otros, intrigando y ganando puestos en los pasillos de una institución pública.

La única diferencia es la imaginación.

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