martes, 18 de agosto de 2009

PORCEL Y EL SER MALLORQUÍN

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20090702/entrevista-baltasar-porcel/536379.shtml


Conocí a Baltasar Porcel en una doble faceta. Como escritor y como presidente del Institut Català de la Mediterrània. No estoy capacitado para enjuiciar su obra literaria. Pero en mi humilde opinión su figura, su forma de ser, es lo que resulta más aleccionador e interesante.

Porcel representó muy bien un determinado avatar del ser mallorquín. Y justamente en los círculos culturales de Barcelona. Donde todo puede llegar a ser tan autocomplaciente, tan melifluo, tan "de costellada" como se dice popularmente.

Al lado de la "intelligentsia" catalana, Porcel parecía una especie de aventurero rompeplatos. Con su pinta de personaje de Tintín, su desprecio por las convenciones o los protocolos, su indisimulado egocentrismo, chirriaba al lado de la cacharrería porcelanesca de los ilustrados y la "cultureta". Se aprovechaba de sus circuitos, pero la despreciaba.

Todo lo que tiene el "establisment" catalán de ordenado y previsible era en él visceral y caótico. Todo cuanto aparece morigerado y a veces pacato en las "patums", era en él descarado, directo y socarrón. Su paso por determinados ámbitos oficiales fue la demostración del abismo que separa una y otra cultura en lo humano. Individualista, intuitivo, sentimental, interclasista, trabajador infatigable, Porcel era medio intelectual, medio payés, medio comerciante de sí mismo. Todo ello aderezado con una especie de fuerza vital muy poco reflexiva. Un impulso que buscaba en su interior como la razón de todas las cosas. Que vertebraba su discurso y su pose. Y constituía para él era una verdad absoluta. Como la tierra, la piedra, el mar.

Era un emotivo, un escéptico pero al mismo tiempo un entusiasta, arisco por pose pero afable en el fondo. Incluso diría que un ingenuo. Como lo demostró a lo largo de su lucha contra el cáncer. Y esas virtudes resultan intrínsecamente mallorquinas. Representan tantas cosas de la isla, explican tanto, que parece imposible que aquí se sigan ignorando.

Porcel, aparte de sus libros, ha dejado esa semblanza singular. Y aquellos que quieran comprender cómo es la gente de esta isla, cómo siente, qué ama y qué desprecia, tendrán que recurrir a figuras como él para entenderlo.











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