El gran tema es la proporción entre racionalidad e irracionalidad.
La razón proporciona cobijo, seguridad, orientación.
La irrazón es abismal, resonante, da miedo.
Pero las verdades profundas, las que mueven a vivir y actuar, son irracionales. Las verdades racionales resultan limitadas y esquemáticas.
¿Qué ha de priorizarse entonces?
Porque a veces, siguiendo la razón en contra de lo irracional paradójicamente se alimenta y engrandece lo inconsciente.
Mientras que otras veces la razón sobrealimentada termina siendo monstruosa e irracional.
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