lunes, 25 de octubre de 2010
EN RECUERDO DE LA CASA DE ARREPENTIDAS
No tiene monumento alguno. Una simple tumba tapada con esas losas fabricadas con cemento. Se encuentra en el cuadro 8 del cementerio, con el número 139. Ese sepulcro anónimo guarda el testimonio de una de esas historias que la ciudad guarda en la sombra. En 1871 fue adquirido como sepultura para la Casa de Arrepentidas de la Piedad.
La Casa de Arrepentidas estuvo en la actual Casa de Familia, del Carrer de la Pietat. Sale incluso reseñada en el plano de Palma elaborado por el Archiduque. Nos recuerda una institución creada para "mujeres arrepentidas, llamadas también mujeres de penitencia, para que hiciesen oración y penitencia por su anterior vida deshonesta".
La primera casa para "Dones repenedides" data del siglo XIV. En sus inicios, el convento de Santa Magdalena les daba cobijo. A finales del siglo XVI se establecía la Casa de la Pietat i Piscina espiritual. Lo de la piscina hacía referencia a la piscina bautismal donde Jesús curó a un paralítico. El establecimiento estaba abierto a "dones errades, cortesanes, deshonestes i públiques". Por lo que parece, debían pedir donaciones ya que el establecimiento tenía muy pocos recursos "a causa de les moltes dones i les demés de la part forana que han acudit".
No era un lugar agradable, y contaba con una "galera" o "lugar de reclusión de las mujeres que por deshonestas y escandalosas deben ser castigadas". Es decir, una prisión. Era difícil para las monjas mantener la disciplina y algunos escándalos fueron sonados. Según Ramon Rosselló, a finales del siglo XIX - es decir la época de la tumba - se realizó un recuento de las 13 "amas" y 94 "chicas" que había en la ciudad. Sólo dos pasaron a la Casa de Arrepentidas.
Durante la Guerra Civil el edificio de la Pietat se empleó como prisión. Y en 1953 pasó a manos de la Hermanas de la Caridad.
Hoy que se recupera la memoria de aquellos que sufrieron y han quedado en el olvido, también es justo un recuerdo a esas "mujeres arrepentidas". Víctimas de un tremendo contexto social, del machismo, la pobreza y la hipocresía religiosa.
En su homenaje dejé una flor roja sobre el frío cemento de la losa.
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