Uno de los atractivos de Cádiz se encuentra en la Torre de Tavira. Es la más antigua del casco antiguo, y posee algo mágico, original, que atrae a los curiosos: una cámara oscura. Ese fenómeno se conoce desde la antigua Grecia, y consiste en tener una pieza completamente cerrada y a oscuras. Por un pequeño orificio se introduce la luz, y entonces refleja en la pared opuesta una extraña imagen. Se contempla el panorama del exterior, borroso e invertido.
No es de extrañar que en la antigüedad ese efecto causara sorpresa y perplejidad. Aristóteles lo explicaba por la naturaleza vibratoria de la luz. Y se dice que el propio mago Merlín lo empleaba con fines estratégicos. El hecho es que en Cádiz se divisa una extraña panorámica de todo el casco antiguo, con esos colores vivos que parecen de película de 8 mm y cabeza abajo. Uno de quienes comenzó a utilizar la cámara oscura para sus dibujos y pinturas fue Leonardo da Vinci y el término “cámara oscura” se lo debemos a Kepler.
Pues bien, aquellos que deseen contemplar en vivo la magia de la cámara oscura no tienen que viajar a Cádiz. Basta con que se acerquen al edificio de Cort, concretamente a la puerta que da a Santa Eulàlia, donde antaño estuvo la Casa de Socorro.
Los chorizos de aldabas que hicieron su agosto hace ya bastantes años por el barrio antiguo, dejaron un rastro de orificios donde antes se encontraban estos artísticos objetos. Uno de ellos se encuentra justamente en esa puerta. Y como existe otra puerta inmediata de cristal opaco, allí se produce como por ensalmo el efecto más exquisito de la cámara oscura.
Es como una visión poética. Allí están los plataneros de la plaza, con sus hojas de verde jugoso. Ves pasar la gente, los edificios de enfrente. Todo un poco desenfocado e invertido, tal como debía de contemplarlo Aristóteles cuando reflexionaba sobre el origen de tan fascinante efecto.
En el siglo XVI, un físico napolitano que se llamaba precisamente Della Porta, descubrió que aplicando una lente de lupa en el orificio de una cámara oscura, la imagen ganaba en nitidez.
Desde aquí animo al Ayuntamiento a hacer lo propio. Colocar una lupa en el agujero cuesta muy poco, y a cambio podremos deleitarnos con un espectáculo gratuito. Sentarnos a contemplar como la Plaça Santa Eulàlia se mueve como si fuese una pintura animada.