lunes, 21 de febrero de 2011

ESCUCHAR LO QUE NO ESCUCHAS



El silencio de la ciudad no es igual al que escuchas ( o “no escuchas”) en “fora vila”. Tiene aspectos musicales propios. Y en muchos caos resulta el gran desconocido de nuestra cotidianeidad.

Uno de los aspectos que más lo diferencian es la profundidad. En el campo, el horizonte sónico suele ser vertical: hacia arriba. Sales por la noche y escuchas el fragor de las hojas, alguna rama moviéndose, a veces incluso el murmullo del viento pasando entre los peñascales y las montañas. Pero, por decirlo de alguna manera, esa música te llega de mundos aparentes, identificables. Te parece incluso que las nubes hacen ruido al pasar por encima de la luna.

Sin embargo, la ciudad disfruta de una categoría singular. Los sonidos subterráneos, ocultos, imprecisos. Cuando callan las fuentes de ruidos concretos, como pueden ser los coches las motos, las músicas, las voces, aparece un run-rún casi inaudible. Como esos barcos tan grandes cuyos motores apenas se oyen, pero en cierta manera están ahí.

Un sonido hecho de muchos vacíos distintos. Desde las esquinas a los terrados, de las cloacas a las calles vacías, de las habitaciones cerradas a los balcones. Como si el silencio tuviera una especial capacidad para amoldarse a espacios complejos, igual que una plastilina del sonido.

No es igual el silencio de una iglesia vacía que el de un callejón, el de una fábrica cerrada que el de una habitación con la ventana abierta. Sin embargo, todos son silencios. Todos participan de una misma condición aunque no sean iguales. Es como si los silencios tuviesen texturas diversas, como ocurre con los tejidos. Los hay de terciopelo, de arpillera, de armiño, de seda o de tela de forro. Sólo que en lugar de pasar los dedos por ellos, nos dejamos impregnar por su cortina sonora.

En la alquimia de los procesos profundos, aquellos que nos afectan sin que seamos conscientes de ellos, también participa el silencio. Y en nuestro interior, cuando la voz del “yo” calla por unos instantes, tampoco son siempre iguales los silencios.

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