martes, 14 de junio de 2011

NO SE RÍAN QUE ES PEOR




Desde que más o menos tengo uso de razón, y hace ya muchos años, nunca había conocido un momento histórico como éste. Con un desprestigio tan brutal de la clase política, un divorcio tan exagerado entre el sistema político formal y la realidad de la calle. Me asombra. Me hace pensar que algo está cambiando de verdad.

Y no entiendo, por ejemplo, las risas y los gestos de alegría por parte de los que ganan las elecciones, sean del partido que sean. ¿Reírse? ¿Celebrarlo?

En buena lógica, deberían de estar pálidos, acojonados, abrumados por el peso de un momento dificilísimo. Unas perspectivas terribles, retos insalvables, condicionantes férreos, y un mundo que está en decadencia sin que se sepa cuál será el nuevo. ¿Cómo son capaces de reírse?

Pero, no. Los políticos ríen. Vienen a expresar que ahora que han conseguido el poder todo está arreglado. Porque entre nosotros pervive todavía el viejo atavismo de que tener el poder no es gobernar para otros, preocuparse por otros, servir a otros. Sino un privilegio. La herencia de tantos siglos de caciquismo sigue viva.

Es el divorcio absoluto entre el país real y el oficial.

Mucho me temo que la risa, a todos, les va a durar bien poco.

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