lunes, 9 de enero de 2012

Y FUMANDO UN ANTILLANA


El tiempo y el espacio son relativos. Mucho más en los recuerdos. Ahora mismo podría revivir una sensación plenísima, un auténtico viaje al pasado en apenas unos segundos. Bastaría con que tuviese en la mano un paquete rojo y azul de “Antillana”. Sacase uno de aquellos cigarrillos sin filtro. Me lo colocase en los labios. Y le prendiese fuego.

A la primera bocanada de humo, retrocedería más de cuarenta años. Lo recuerdo tan bien, lo tengo todavía tan presente. El gusto acre y seco del tabaco, el humo dulzón y sobre todo aquel papel que tenía algo meloso, que se pegaba a los labios y te dejaba un extraño retrosabor.

Aspiraría aquel Antillana y volvería a la Academia. Al altillo empinado donde se guardaban materiales obsoletos. Allí nos refugiábamos, a los 13 años, para fumar nuestros primeros pitillos. Recuerdo perfectamente el techo, a base de vigas metálicas. La pared sucia y con olor a humedad, donde dibujamos nuestros perfiles proyectados por la sombra. Y las cisternas de los aseos de profesores, que inexplicablemente estaban allí encima. Provocándonos la tentación de tirar de la cadena sorpresivamente cuando la Ballesteros de Matemáticas estuviera sentada meando.

Pero fundamentalmente, viajo a un momento germinal del alma y de la personalidad. Es curioso como en la juventud tienes una serie de contenidos que te acompañarán toda la vida, que son tus constantes. Pero en cambio, otros entonces eran gigantescos y ya los has olvidado. Y ahora, de mayor, vives sentimientos y experiencias que no tienen nada que ver con tu juventud.

Por lo tanto, se podría pensar que tu “Yo” verdadero. La esencia de lo que has sido en esta corta carrera de la vida, son esos contenidos uniformes desde la adolescencia a la vejez. Aunque tampoco sepas definirlos. Sabes que están, porque surgen de repente como una voluta de humo azulado.

Cuando exhalas, aunque sea con la imaginación, una calada de “Antillana”.

2 comentarios:

Miquel Aguiló Pallicer dijo...

Como no iba a hacer un comentario si yo me iba al estanco de la calle Francisco Sancho, cerca del famoso puente del tren a comprarlo y como bien dice hace más de cuarenta años.

Anónimo dijo...

Hoy Falleció mi abuelo entre sus cosas encontramos un paquete de estos cigarrillos con mi primo y nos fumamos unos pares, no pudimos evitar la curiosidad de buscarlos en Internet; mi abuelo viajo en los sesenta a España y calculo que los trajo en ese viaje. Tenía 90 años hijo de españoles y falleció en su casa en argentina.