domingo, 30 de junio de 2013

PREGUNTAS SOBRE "SUGAR MAN"



Una de las cuestiones más candentes de este momento histórico es la relación entre el triunfo y la fama. Nuestra cultura del consumo equipara tramposamente ambos conceptos. Una persona que triunfa es aquella que adquiere popularidad, es conocida y valorada por los medios, y se convierte en un icono de masas. Quien no es famoso no ha triunfado.

He aquí una buena reflexión para esa película que tan buena fortuna ha tenido en crítica y carteleras: “Searching for Sugar Man”. Un documental que sigue los pasos de un cantante eclipsado, Sixto Rodríguez, hasta rescatarlo del olvido y hacer de él un símbolo. Y probablemente un buen negocio.
Cualquier persona aficionada a la música de los 60-70 se habrá interesado por la película, obra del sueco Malik Bendjelloul. Sus imágenes son potentes, la historia absorbe desde el primer momento. Y pretende ser una parábola de los vaivenes del éxito.

Sorprende, sin embargo, que tanta gente haya comulgado con esta cinta sin hacerse demasiadas preguntas. Y sobre todo sin acusar ciertas zonas oscuras que convierten el documental en objeto de ciertas sospechas. En la historia se produce un momento crucial, cuando el dueño de la discográfica que presuntamente se lucró con los discos que el cantante vendió en Suráfrica hace un mutis inexplicable. Allí la película renuncia a profundizar sobre las sombras de la industria discográfica. El tema queda soslayado, cuando constituye la auténtica raíz de la historia. ¿Por qué?

El climax aparece cuando descubren que Rodríguez no se suicidó en el escenario, sino que sigue vivo. En ese momento, todos se han preguntado sobre su carácter, su forma de hacer música, su personaje. Y, sin embargo, Rodríguez aparece esquinado. Juega un papel más de personaje de ficción que de un documental. Sus testimonios resultan escasos, pretenden alimentar más el mito que la realidad.

El acento se pone en la escena de la vuelta de Rodríguez a los escenarios de Suráfrica, que adquiere los caracteres de una especie de “Pretty Woman” musical. Frente a la cantidad de preguntas que un observador se puede hacer - ¿sigue cantando bien? ¿qué siente? ¿por qué si era un ídolo del anti-apartheid todos los espectadores son blancos? - el film se desliza hacia lo sentimental. Una sobredosis de emotividad muy comercial, sin apenas datos relevantes. Rodríguez vuelve a la fama, al triunfo. Una vez más, la popularidad actúa como un elemento redentor. Ahí reside el núcleo de todo el discurso.

 Se da por hecho que Rodríguez era “tan bueno como Dylan” en su tiempo. Pero si bien tiene dos buenas canciones, con una voz y aspecto que recuerdan a José Feliciano, nadie demuestra fehacientemente que sea tan bueno como se predica. Y mucho menos comparado a una figura como Dylan.

Se asegura que renuncia al dinero, pero sabemos muy poco de su vida privada. Se nos presenta como un rebelde que vive una vida sencilla, renunciando a los oropeles. Pero tras la película parece claro que ha vuelto a los escenarios. A pesar de vivir en una especie de chabola con chimenea, tiene Facebook desde 2008. ¿Es o no un personaje místico? Para ser un documental sobre Rodríguez, apenas sacamos nada en claro sobre él.

Todos sabemos de gente que ha triunfado en la vida, que hacen aquello en lo que realmente creen, y no son famosos. Y por desgracia también a muchos famosos que no han triunfado en absoluto. Sino que son meros esperpentos al dictado de las audiencias y el mercado.

Bajo su barniz de fábula de músico injustamente olvidado al que se hace justicia, la búsqueda de Sugar Man también muestra los signos de ser en el fondo una muy buena operación de márketing. La fama gracias al recurso del olvido.

domingo, 16 de junio de 2013

EL DESTINO COMO INSECTO





Nada más revelador que lo intrascendente. No en vano, los antiguos siempre buscaban parábolas y enseñanzas en las cosas más sencillas. Llegando a Palma por la carretera vieja de Sineu, a la altura de S’Hostalot, me percaté de un detalle. Una diminuta mariquita, de esas que ahora populan por los campos, se había instalado en el parabrisas.

 La velocidad del coche no alteraba su gesto imperturbable. Se inclinaba ligeramente hacia adelante, para resistir el viento. Y levantaba más la patas traseras que las delanteras. Mientras, su divertido caparazón rojo con motas negras, parecía estremecerse. Como si estuviese disfrutando de la experiencia.

 A todos nos resultan simpáticos estos insectos. Tienen una forma tan de cuento infantil, que es imposible no pensar en que traen buena suerte. Y que son acompañadores favorables de nuestros jardines y huertos.

A medida que avanzaba, sentía una cierta responsabilidad hacia la marquita. ¿Hacia dónde la estaba conduciendo? ¿Tendría un hogar, familia e hijitos a los que dejaba atrás para siempre? ¿Qué le esperaba en ese nuevo destino al que mi coche le estaba llevando de forma irremediable?

Suponía un cierto peso moral pensar que aquel pequeño ser vivo salía de algún campo, y que yo le iba a depositar en pleno centro. Un lugar lleno de peligros de aplastamiento. Ingrato, sucio. Tal vez sin medios de supervivencia. De manera que estuve un buen rato deliberando conmigo mismo. Mientras veía a la mariquita haciendo surf de viento en el cristal.

Finalmente, decidí pararme antes de entrar en la ciudad, y dejarla en algún sitio más grato para ella. Al fin y al cabo, no era tan complicado y me quitaba un peso moral de encima.

Entonces, mientras todavía marchaba, la mariquita abrió sus elitros y salió volando por sí misma.

 Un pequeño suceso. Una gran analogía. Pensaba en cuál sería el destino de ese insecto. Quizás cayera sobre el asfalto y fuera automáticamente chafado. Tal vez pudiera colarse en un corral y vivir feliz su vida de mariquita. Quizás se extraviara, se ahogara en un charco. Vete a saber. Y todo dependía de algo tan imprevisible como el instante en que decidió volar. La vida, la muerte, la felicidad o la enfermedad y la desgracia.

 Así es también nuestro destino. Una vida agradecida o terrible puede decidirse en un segundo imposible, que ni siquiera depende de nosotros. 

miércoles, 12 de junio de 2013

ÀNGELS I OMBRES" TAMBIÉN LOS DÍAS 21 Y 22 DE JUNIO



Ante la demanda que ha cubierto los días 14 y 15 de junio, el espectáculo "Àngels i ombres" se representará también en el cementerio de Palma los días 21 y 22 de junio. 

Quedan plazas disponibles para las sesiones de las 00 horas el día 21 y el día 22 de las 22 y las 00 horas.