Entro en la tienda, suspiro y miro a mi alrededor. Supongo
que el encargado se pregunta qué pasa, y también observa en rededor por si algo
va mal. Pero no. Se trata única y exclusivamente del efecto de la melancolía y
la nostalgia.
Desde hace un tiempo, tengo la sensación de que el debate
más importante sobre la ciudad es justamente el que no se debate. Todo el mundo
pasa sobre él de puntillas, orillándolo o sencillamente cerrando los ojos. Pero
Palma está sufriendo una transformación acelerada en los últimos tiempos.
Drástica, radical.
Como siempre, se trata de un proceso de origen económico.
Los nuevos usos turísticos, como por ejemplo el alquiler de apartamentos privados
en el centro o los grupos de cruceristas, generan nuevos negocios y costumbres.
A ello se une la decadencia irreversible de la manera tradicional de entender
las cosas. La subida de alquileres en viviendas y locales, sobre todo en los
lugares más "guays" de la geografía urbana, acaban por desplazar a la
población anterior. Incapaz de pagar los precios que la especulación ha ido
recreciendo día a día.
Aparecen comercios absurdos. Pretendidas galerías con
nombres rarísimos o tiendas de diseño con un público muy minoritario. Mientras
cierran por relevo generacional o incapacidad económica los establecimientos
que eran populares y baratos. No hay mes en que no se produzca una baja. No hay
mes en que no abra una pretendida tienda de "souvenirs", la mayoría
importados. O una cadena más de heladerías. El comercio se orienta hacia la
concentración económica y el consumo rápido. Y muchas veces, eso supone el
desplazamiento de la población anterior. Para la que comprar en un mercado
"cool", por ejemplo, ya no es posible.
Cada día quedan menos locales como los que conocimos años y
años. Lentorros y familiares. Con la madona detrás del mostrador. Por eso,
cuando entras en uno de ellos, sea una mercería, una papelería, una ferretería,
una tienda de cacharros de cocina que han sobrevivido por ahora a los almacenes
chinos, te entra una suave alegría. Miras a tu alrededor. Recuerdas la ciudad
que fue cuando era más ella misma.
Antes de caer en manos de las franquicias.
2 comentarios:
Cada día las ciudades se parecen más... impersonales... frías... todas iguales
Totalmente de acuerdo. No es nostalgia, es un paisaje urbano lleno de vivencias que no volveremos a ver
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