miércoles, 1 de julio de 2015

A TOMATE REGALADO...



Cada año, por estas fechas, empieza el tiempo de los tomates. Es una pequeña y alegre estación, de la cual casi todos participamos. Los que tienen tomateras y los que se limitan a recibir el fruto de los primeros.

   Los tomates, como los melones, inspiran un sano orgullo a sus propietarios. Es algo que todos regalan con gusto. Porque cuando te traen la bolsa llena hasta los topes, se aprecia una especie de paternidad gozosa. Te explican de dónde los han cogido, los cuidados que han recibido, las sulfatadas o campañas para evitarles los bichos depredadores...

   De esta manera, la alegría del tomatante se contagia un poco al tomatado. Uno no tiene la sensación de que se están desprendiendo de algo. Ni que simplemente les salgan los tomates por las orejas y no sepan qué hacer con ellos. No. Todo lo contrario.

   Los tomates que te regalan a inicios del verano son como una prueba de aprecio y amistad. Los contemplas tan rojos, tan brillantes, con sus puntitos blancos de azufre y la cola enroscada, y es como si realmente te hiciesen un presente bien valioso. Te los llevas a casa bien contento, aunque tal vez la tarde anterior ya otro vecino te regalara un montón de tomates y tengas la nevera a rebosar.

   Da igual, porque los tomates que te regalan siempre son más gustosos que los comprados. Abrir su pulpa jugosa, verter su líquido denso con las pepitas, dejar a un lado la piel arrugada y todavía exhalante de aromas apetitosos. Todo adquiere una calidad máxima. Una y otra vez te dices: "Mmm. Qué diferencia con los del mercado".

   Aunque, tal vez, si te regalasen dos kilos de Mercapalma no notarías la diferencia.

   La fruta, los alimentos de temporada, nos rescatan recuerdos profundos. Son obsequios estacionales, que vuelven un año tras otro. Como un reloj de la generosidad que atraviesa los años. Nos sumen en ensoñaciones horacianas de campesinos perfectos y frutos sabrosos.

   Por eso, el que regala tomates te ofrece algo más que una solaneácea. Te brinda un pedacito de fantasía.

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