Si quieres tener sensaciones fuertes puedes pasar "el
tren de la Bruja". O bien leerte los prospectos del nuevo medicamento que
te han recetado. En uno y otro caso, y por razones diferentes, no quedarás
defraudado.
En otros tiempos, esa literatura de tercera categoría que
son los prospectos médicos seguía unas consideraciones mínimas. Papeles
dobladitos y de letra muy menuda apenas ocupaban un rincón del paquete.
Generalmente, estaban pensados para suscitar el efecto placebo. Decir al
paciente lo que deseaba escuchar. Le anticipaba su mejora y curación, loando
los efectos medicinales del producto. Sólo al final, y en cuerpo más pequeño,
se hacía referencia a contraindicaciones y a algunos hipotéticos efectos
secundarios.
El paciente, sólo con leerlo, ya se encontraba mucho mejor.
Hemos pasado del efecto placebo al efecto nocebo. Que
consiste en lo contrario: el empeoramiento sugestivo a partir de expectativas negativas.
Abres el paquete y lo primero que encuentras es todo un
pliego de indicaciones. Lo despliegas y te tiembla el pulso al ver la cantidad
de apartados que aparecen. Te parece estar leyendo tu propio testamento.
La información puramente clínica ocupa poco espacio. Lo malo
es cuando te tropiezas con una serie de apartados como "Antes de tomar...
No tome si.... Tenga especial cuidado con .... Si toma más de lo que
debiera...."
Hasta aquí más o menos bien. Pero a continuación viene toda
una larga lista de "Posibles efectos adversos". "Reacciones
alérgicas". "Consulte a su médico inmediatamente". "Deje de tomar si..."
Y luego viene el ránking del terror. "Efectos adversos
poco frecuentes". Náuseas, erupciones cutáneas, mareos, dolor de
cabeza, diarreas.... Le siguen los otros efectos adversos: erupción cutánea y ampollas en
la piel, bultos rojos. Pero los peores son los "Efectos adversos
raros": ictericia, ojos amarillos, convulsiones, insuficiencia cardiaca....
En lugar de aliviarte, esta nueva política prospectiva te
hace sentir enfermo y sentenciado antes incluso de tomar la primera pastilla. Miras los envoltorios con prevención y te parece sentir ya las primeras pústulas y convulsiones espumosas.
Cuando has leído el papiro terrible, con ganas de tirarlo
a la basura, una advertencia te frena: "Importante. Guarde este prospecto.
Le puede ser necesario".
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