Las historias
de amor también te unen con los lugares. A veces, piensas si tu vida no es en
realidad una colección de lugares precisos. De topografías. Y en cada uno de
esos lugares dejas una parte de ti mismo. De forma que, cada vez que te
reencuentras con ellos, te producen una emoción intensa y muy difícil de
explicar.
Me considero
muy afortunado. He podido realizar el sueño de rendir homenaje a lugares que
marcaron mi vida. De niño, las ruinas de Empúries despertaron mi interés por el
mundo antiguo. Pocos años después, Son Real se apareció a mis ojos como un
paisaje trascendente. Recuerdo la colina de Ullastret como un reservorio de
misterios. Y ya adulto, el castillo de Bellver me proporcionó momentos muy
intensos, lo mismo que Cabrera. Isla y magia en estado puro. O el Galatzó, con la sombra del Comte Mal.
A todos esos lugares estaba muy agradecido. Y ha querido el
destino que haya podido devolverles el gran favor que me hicieron con una
pequeña ceremonia: una escenificación, un acto de afecto y de conocimiento. En
todos ellos he podido cumplir ese sueño.
No envidio a los ricos ni a los poderosos. Porque el paisaje
y su trascendencia es la mayor riqueza que puedes encontrar.
Y cuando lo tratas con amor, amor te devuelve.
Representando "El somni d'Esculapi" en las ruinas de Empúries (Foto: Marta Saez).
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