domingo, 22 de enero de 2017

AVENIDAS DEL RECUERDO



Hace unos días caminaba por una céntrica avenida de Palma. En ese estado intermedio entre la realidad y el recuerdo. Ese traspaisaje que asoma detrás de los edificios y te devuelve los ecos de cosas que has conocido, y que ya pertenecen a otro tiempo.

  De repente, empecé a hacer recuento de las tiendas que habían desaparecido. Una agencia de viajes, un establecimiento de ropa, una pastelería, una librería infantil... Y me di cuenta de que en su lugar sólo se habían abierto tiendas caras. Con nombres en inglés o alemán y productos "exclusivos". Ni una de ellas está dirigida al palmesano medio, al ciudadano de a pie. Todas tienen como objetivo un hipotético residente rico, que compra arte, equipos vanguardistas, ropa importada carísima, muebles y decoración, y sobre todo busca grandes villas con piscina por precios astronómicos.

  ¿Qué ha pasado? La gente se lamenta de la pérdida de lugares tradicionales, como Casa Roca y ahora el Lírico. Pero lo grave es todo el movimiento de transformación que hay detrás. El cambio de modelo económico.

  El negocio en Palma se focaliza en tiendas de recuerdos, heladerías, franquicias, almacenes, grandes superficies comerciales, alquileres turísticos, venta inmobiliaria. Y frente a ello, ¿qué puede hacer un café tradicional de alquiler barato? ¿O un comercio de toda la vida para gente de a pie?

  Los nuevos usos económicos son el caballo de Troya de una gran mutación, de la que muchos no son conscientes. Ejemplos los tenemos en otras ciudades turísticas, donde los residentes tienen que abandonar su zona de siempre porque no pueden costearse una vivienda allí. Y en su lugar, empresas internacionales compran edificios enteros y los destinan al uso turístico.

  Una vez han subido los precios de las viviendas, una vez los residentes se han desplazado, una vez los comercios tradicionales han cerrado, es muy difícil la marcha atrás por más retórica política que lo asegure. La realidad económica es la que manda.

  Así que estamos condenados a pasear por calles fantasmales. Habitadas por los antiguos bares, comercios y lugares de otros tiempos sólo en nuestra imaginación. Sustituidas por reclamos que ya no son nuestros, ni nos resultan accesibles, ni responden a nuestras necesidades.
  
Al final, también nosotros seremos habitantes espectrales de esas avenidas del Recuerdo.

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