(Foto: Biel Servera)
Cuando leí
"Viure a Cabrera" no sabía nada de Francisca Sunyer. Me pareció un
libro extraordinario. Lleno de poesía y sutileza, que retrataba ese encanto tan
especial que produce Cabrera.
Inexplicablemente, el libro fue recibido con bastante
indiferencia. Incluso con alguna crítica perdonavidas, que personalmente me
indignó. Fue por eso que una noche, al cruzarme con Francisca Sunyer en un bar
de Palma, la abordé para decirle: "No faci cas. El seu llibre és molt bo".
Ella me sonrió y no dijo nada.
Desde entonces, "Viure a Cabrera" ha sido uno de
esos monumentos literarios a reivindicar. Porque cada vez que citaba la obra en
algún coloquio o intervención pública, comprobaba que nadie la
conocía.
Por razón de justicia y homenaje, fue una gran satisfacción
llevar a cabo el espectáculo "L'ànima de Cabrera" este pasado fin de
semana. Carme Serna dio voz y presencia a los fragmentos del libro.
Ensoñadores, humorísticos, trágicos. Con el magnífico telón de fondo del
paisaje cabrerense. El verdadero protagonista.
La voz y las canciones de Mariona Forteza y la conducción de
Laura Dalmau hicieron de esa tarde una experiencia singular. Con sus ratos de
sol, su amago de lluvia, el viento de levante que susurraba en el bosque de los
franceses. Y el horizonte enorme desde el cementerio, donde reposan las cenizas
de Francisca Sunyer.
El alma de Cabrera volvió a hablar.
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