Años después, llegué hasta Cala d'Hort y lo admiré de cerca. Llené toda una libreta de postales y dibujos. Convencido de que era un lugar sagrado.
En 1990 lo recorrí en parte y lo admiré de cerca.
Era efectivamente un solar mágico, apreciado desde la antigüedad hasta los tiempos hippies.
Hoy se ha convertido en escenario de esas puestas de sol multitudinarias. Más profano, pero no ha perdido por eso su poder.
Porque allí siguen saliendo los dragones...
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