Muchas veces he pensado cómo puede haber tanto escritor malo, cómo pueden tantos continuar con escrituras tan ramplonas, después del derroche palabresco, sensitivo, emocional y divertido de Ramón Gómez de la Serna.
Se lo dije muchas veces a Juan Bonet. Le envidiaba por haber conocido al autor de "Greguerías" y haber obtenido incluso un prólogo suyo.
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