martes, 1 de diciembre de 2009

BURDON-PRICE





Desde los años 60 me ha fascinado la dinámica interna de los grupos musicales. La tensión y la cohesión que, como polos opuestos, hacen que un grupo tome fuerza, crezca. Y a veces, por la misma regla, se desintegre y desaparezca.

Uno de mis ejemplos parecidos son los primeros The Animals. La electridad creada entre dos personajes tan opuestos como Eric Burdon y Alan Price proporcionó un alma y una fuerza gigantescas a sus primeros temas. Hasta que la misma incompatibilidad entre ambos caracteres ocasionó la ruptura. Cada uno despotricó públicamente del otro. Burdon dijo: "Price es un imbécil. Se queda con los derechos de nuestras canciones". Price, por su parte, aseguraba: "Maldigo la hora en que conocí a ese hijo de puta".

Sin embargo, se volvieron a reunir dos veces más. En 1983, el grupo original hizo una gira, que resultó tormentosa. Acabó con una sensación unánime: "Ninguno quería ver más a los otros en toda su vida".

Pero lo interesante del tema es que, a pesar de esas rivalidades y malos rollos, mantenían un espíritu interno, un sentimiento común. Lo cuenta Zoot Money, que hizo de segundo teclista en la gira: "A pesar de las peleas, extrañamente existía un sentimiento de solidaridad en la banda original. Si te metías con uno de ellos actuaban como una manada de lobos. Si apoyabas a uno, los demás se volvían contra ti no contra él. Si intentabas intervenir ellos se unían como una piña".

Ese es el componente misterioso, oculto que hace tan fascinante el trabajo en grupo. Por más odioso que pueda llegar a ser.

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