viernes, 2 de abril de 2010
PEPLUM EN LA VÍA ALEMANIA
Después de todo lo que ha pasado estos días, los juzgados de la Vía Alemania no volverán a ser los mismos. Ese rincón de la ciudad ha quedado inscrito en el Partenón de las tragedias clásicas, en el frontón de los grandes autores como Esquilo o Eurípides. A partir de ahora será nuestro teatro de las Cariátides. Con los protagonistas de siempre: la avaricia, la mentira, la sed de poder, la prepotencia, el error fatal.
Asombra cómo esos componentes de cualquier "epos" antiguo están presentes en la actualidad. Personajes sobreactuados, que no se calzan coturnos para aumentar la estatura pero llevan chirriantes vestidos y complementos de lujo, desfilan por ese pasillo que se ha hecho famoso. Con la mirada desquiciada de quien no acaba de creer lo que está pasando. Igual que Agamenón poco antes de ser asesinado o Aquiles al enterarse de la muerte de Patrocolo. No es que esos personajes nuestros tengan tanta grandeza. Pero la situación en sí resulta de un dramatismo épico. De las cumbres del poder al bocadillo de mortadela y el pasillo de los chorizos y trapicheantes. Incluso leemos a un juez que habla como Homero de "los simples mortales".
Se añade a eso el coro. Elemento imprescindible de cualquier escena clásica. Ese coro que son los ciudadanos cabreados, detrás de una valla, gritando y expresando su repulsa e indignación. El coro es el contrapunto a la caída sisífica de nuestros ex-gobernantes. Porque recuerda sus horas de gloria, sus fotos, sus sonrisas. Todo lo que hizo de ellos personajes notorios. Al igual que Midas, al final el oro que tocaban ha resultado su perdición.
Pero además existe un tercer elemento fantástico, caído del cielo. Ese guarda de seguridad conocido como "Primo". Al igual que en las fábulas griegas, él representa el elemento intermediario. El coloso. Es Maciste, es Ursus, es Hércules. Parece salido de una saga fabulosa. El guardián de la puerta, el vigilante de la Justicia, el Caronte que conduce de una a otra orilla de la ley.
La sola imagen de ese fornido guardián, con su gesto adusto pero al mismo tiempo afable, dice más sobre qué debería de ser la Justicia que muchos editoriales. De ahí su impacto popular. En el fondo es el gran protagonista de este "Peplum" que estamos viviendo.
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