lunes, 21 de junio de 2010

EL VELERO DEL SÍ MISMO




Las sociedades tradicionales tienen muy claro el poder de la imaginación. Como principio activo para conocer el mundo y también como immersión en uno mismo. Nosotros hemos "externalizado" la imaginación y la compramos a los suministradores. Sobre todo americanos.

Hay imaginaciones, cuasi-sueños, que curan. Son terapéuticos.

Recuerdo que en 1968, cuando acabé el preuniversitario y comenzaba la universidad, me sentía perdido. En un mundo amenazante que no conocía y resultaba demasiado grande para mí. Entonces me imaginé como un velero. Un barco que salía por primera vez a mar abierta: a la carrera, la vida, los problemas, el trabajo. Lo tenía tan preciso en la mente, con sus jarcias, su velamen, el espejo de popa, el bauprés.

A partir de aquel momento, cada vez que pasaba por una mala época o tenía un problema, me imaginaba el velero luchando contra las olas. Nuevo, ligero, caballante.

Han pasado más de cuarenta años, y todavía me acuerdo de la imagen del velero. Podría dibujarla. Ha navegado mucho, ha pasado por todo tipo de trances, ya está desgastado, un poco viejo. Pero sigue navegando.

Ha quedado en alguna parte de mi interior. Sigue siendo curativo. Hasta el día en que se hunda con su capitán.

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