lunes, 6 de junio de 2011

TIEMPO SUSPENDIDO





Algunos lugares te permiten la ilusión del tiempo inmóvil. Pasas por ellos y es como si continuasen igual que hace diez, veinte, treinta años. Es una conjunción de factores que favorece una cierta ilusión. Un combinado de elementos que tiene como efecto una sensación muy agradable. Como si estuvieses flotando en el devenir temporal, con un pie aquí y otro en el pasado. En cierto modo todos hemos soñado alguna vez en poder regresar al “yo” que fuimos hace mucho tiempo, aunque fuera por un instante. Y decirle, sabiendo ya el secreto del futuro: “Ojo, que pasará estoy y aquello”.

Este conjuro del tiempo suspendido tiene para mí un escenario en Palma. Suelo pasar por el Pas d’en Quint, y en la parte donde hace un quiebro para entregarse a la Costa d’en Brossa, llevo observando el mismo fenómeno desde 1975. Desde luego que no es nada extraordinario. Simplemente que a partir de una de las ventanas, ignoro cuál, la voz de una radio o televisión reverbera entre las paredes del callejón. Se expande de una forma ubicua. Como si una presencia superior estuviera hablando desde el Cielo a los mortales.

En la actualidad, se suelen escuchar programas en alemán. Lo que permite suponer que el inquilino del piso es de esa nacionalidad. Sin embargo, cada vez que cruzo por ahí me detengo con la mirada perdida.

Recuerdo una noche de 1975. También discurría por ese callejón. Y del mismo modo, se escuchaba una voz retumbante, que parecía salir de todas las ventanas. Era el discurso de Arias Navarro, anunciando al país la muerte de Franco.

La sensación era impresionante. Porque parecía que la ciudad se hubiese evaporado. No veías a nadie por la calle. Las ventanas estaban cerradas, incluso la luz de las farolas te parecía más débil en aquella Palma afantasmada. Y allí, en el recodo, te dabas cuenta de que todo el mundo estaba conteniendo el aliento, pendiente del televisor. No se veía ni a un alma. Pero Arias Navarro seguía con su discurso pucheril, resonante, que producía desasosiego e inquietud.

De manera que cada noche que paso por ahí y escucho la radio o la tele que se escapa por la misteriosa ventana, es como si retrocediese en el tiempo. Aunque ahora sea más festiva y hable en alemán.

Me lleva con alfombra mágica de la ensoñación a viajar por los tejados de la intemporalidad.

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