domingo, 12 de junio de 2011

ULTIMA MULTIS





En la alta noche, el casco antiguo se parece un poco a esas ciudades de los dibujos animados. Chimeneas, campanarios, tejados, nubes nimbadas por la luna, sombras de gato y alguna ventana encendida que representa el misterio de una presencia. Siempre piensas: ¿quién estará ahí? ¿Qué hace levantado tan tarde? Recuerdas el aforismo de Lichtenberg: "El hombre gusta de la compañía, aunque sea una candela encendida".

Pero si hay algo que me fascina es el sonido lejano de los relojes de pared. Siempre hay alguien que se ha dejado la ventana abierta. Y a las tres o las cuatro, súbitamente, escuchas las campanadas de ese reloj de pesas. Graves, sonoras, ecoicas.
Como aquella inscripción que estuvo mucho tiempo rubricando el reloj de la Seo de Ibiza: "Ultima multis". La última hora para muchos.

Los carrillones invisibles parecen despertar una dimensión oculta de la ciudad. Como testimonios de un continuo subterráneo, que discurre más allá de la ciudad silenciosa. Un submarino de vida por debajo de lo palpable. Cuyo único latir son esos gongs-gongs que sobrevuelan los terrados, igual que hacen las lechuzas.

Muchas veces, lo sensitivo resulta más valioso por lo que suscita que por aquello que es en realidad. Hay aspectos valiosos porque nos hacen imaginar, y al hacerlo abren la cajita de música de los recuerdos, de la remota infancia, de novelas o imaginaciones. Para eso no hay precio. Porque no lo podemos provocar voluntariamente. Es una simple resonancia ajena la que te provoca la ensoñación.

Y los relojes en la noche del casco antiguo hablan de caserones oscuros, de paredes con cuadros medio borrados por el tiempo de señores empelucados y bodegones del XVIII, grandes escaleras de honor, cámaras de lecho con dosel, alacenas, buhardillas con recuerdos de asesinatos.

Ningún canal de nuestra inmunda tdt podría suscitar imágenes tan vívidas, tan profundas, tan poéticas, tan soñadas. Y si estás durmiendo, abres un momento los ojos, para volar como los niños de Peter Pan hacia el caserón ignoto donde un reloj ha hecho funcionar su "tempus fugit". Donde se esconden las telarañas y legajos de nuestra memoria.

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