En el verano de 1962, pasé unos días de vacaciones con mis
padres en la residencia que el ministerio franquista de Educación y Descanso tenía
en Can Picafort. Supongo que mi padre no calculó que, siendo regentada por un
falangista, hacían cantar el Cara al Sol con el brazo en alto antes de cada
comida. De manera que buscó modos de salir de allí para conocer nuevos lugares.
Recuerdo a don Llorenç Vanrell, párroco entonces de Can
Picafort, sentado a la fresca con la sotana entreabierta. El nos llevó a la
finca de Son Real, y en "es figueral" nos invitaba a coger higos:
"Cojan coja, yo les dispenso". Desde allí caminamos hasta la excavación.
Tenía doce años y quedé fascinado por aquellas piedras
numeradas, las tumbas abiertas, los esqueletos a punto de ser metidos en cajas
para su examen. Probablemente, aquella imagen - junto con los paseos por Empúries
- marcó en mí una querencia por el pasado.
Mantuve durante muchos años en la
memoria aquel rincón arqueológico, y en 1980, cuatro años después de instalarme a
Mallorca, lo volví a visitar. Me sorprendió que nade hubiera cambiado. todo estaba como lo recordaba. Escribí un reportaje para el "Dominical
DM": "Son Real, una ciudad de los muertos junto al mar".
Desde
entonces, Son Real se convirtió en un paradigma de paisaje analógico. Un
enclave lleno de belleza y de magia, abandonado a su suerte. Tuve la
oportunidad de visitar las diferentes excavaciones que lo han ido recuperando y
consolidando, gracias sobre todo a Jordi Hernández y Margalida Munar. Este mismo verano
apareció un nuevo esqueleto, atado hasta conseguir una forzada postura. Su tumba seguía intacta, sin ningún ajuar.
Son Real es un paisaje que habla del hombre antiguo. Y que, a
dos pasos de las concentraciones turísticas, nos devuelve la poesía y el
misterio del pasado.
Los pasados días
2, 3 y 4 de agosto, tuvimos la suerte excepcional de cumplir uno de los sueños
que me perseguían desde hace años. Darle voz a la necrópolis y a sus desconocidos
moradores. A través de la lectura de parte del poema de La Ilíada, contemporáneo de la fase más
antigua de las tumbas. Con actores como Xim Vidal, Enric García o Dominic Hull. La música de Arantxa Andreu, Mariona Forteza y Mané Capilla. Las iluminaciones de Miquel Marqués y Adri Ferrà.
Fue muy
emocionante. Escuchar las palabras de Aquiles reclamando un túmulo funerario
frente al mar, para que los hombres del futuro le recuerden y su gloria no
muera nunca. Allí, en la noche sonrealiana.
Pero lo mejor
fue cuando, acabado el espectáculo, la gente se acercaba a las ruinas.
Iluminadas de una forma nunca vista. Y se paseaban sorprendidos y emocionados.
Como un reencuentro del presente y del pasado.
1 comentario:
Gracias Carlos, fue maravilloso y mágico. Qué gran idea la de brindar a la imaginación el regocijo de recrear el pasado rodeados de la fuerza de las tunbas y la de las palabras de Homero!. Y qué fotos tan totales! Es genial parala imaginación de un niño ver esas tumbas tan antiguas... así has salido tú de curioso. Hasta pronto! Laura , Leo y Román.
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