domingo, 25 de agosto de 2013

LA VIDA SECRETA DE LAS ESTATUAS



Pocas cosas nos hacen comprender rápida y gráficamente la esencia del tiempo. Gran parte del mundo que te envuelve cambia contigo. Produce la ilusión de que sigues en el mismo lugar que hace años. Pero hay ciertos elementos que, con su inmovilidad, te señalan los límites de la existencia. Los ciclos. Lo que empieza y lo que acaba.

Como las estatuas.

Este busto representa a un príncipe de la época julio-claudia. Fue hallado en el teatro de Tarraco. Y constituye desde hace muchos años una de las piezas señaladas del fondo de escultura romana del Museu Arqueològic nacional de Tarragona (http://www.mnat.cat/).

Lo visité de pequeño, a las nueve o diez años. Con la máquina colgando al cuello. Y posé de esta manera por imperativo de mi padre. Al menos lo deduzco por mi expresión. Cincuenta años después, he vuelto de nuevo. Ahora con otra pinta y sin máquina, sólo con el móvil.

Cuántas cosas han cambiado. Pero, en un contraste absoluto con la fugacidad de lo orgánico, la estatua sigue igual.

Sumida en su vida secreta.

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