Lo confieso. Estoy harto del jodido paraíso. Yo lo he
conocido. Huí de la gran ciudad a principio de los 70 para instalarme en unas Islas
que ofrecían muchas cosas de gran valor. Una sociedad a la medida humana.
Cálida y con protocolos antiguos. Una historia potente, llena de belleza y
misterio.
Y un paisaje deslumbrante. De cielo, de mar, de montaña. Unos colores
pintados con el pincel del alma. Una música nocturna llena de poesía y esquilas
de ovejas. Unas comuniones con el agua de las calas y sus azules que te
llenaban de armonía. Nunca olvidaré aquellas experiencias en Es Caló de
Formentera, en Llucalcari, en Sa Nitja de Menorca, en las Cales de Comte de
Ibiza. Parte de mi alma está trenzada con sus tactos, sus olores, su sentido
del tiempo...
Nunca lo olvidaré. Porque ya pertenecen al pasado. Ahora son
otra cosa.
El paraíso secreto pasó a los folletos turísticos. Año tras
año, la filosofía del paisaje más profunda se convirtió en pseudo-literatura
publicitaria. Yo mismo, como tantos otros, colaboré sin saberlo. Pensando que
la divulgación de atractivos y paisajes podía suponer un incremento de la
sensibilidad y la riqueza del alma.
Pero no fue así. Los paisajes sagrados requieren una
consideración respetuosa. Los recuerdos del alma demandan cariño y
sensibilidad. La explotación urbanística del territorio carece de ello. Sólo
busca el provecho económico. Aunque sea a costa de destruir aquello que está
proclamando.
Hoy, se me remueve el estómago cada vez que veo los
incontables anuncios que pregonan las virtudes del "paraíso" en las Islas.
Esa utilización espúria y engañosa de las riquezas naturales con el único
propósito de conseguir dinero y más dinero. Estoy harto del jodido paraíso que
venden para agencias y grupos organizados. De la desaparición, uno por uno, de
los paisajes que fueron paraísos durante siglos y hoy son meros escenarios para
anuncios veraniegos de cerveza. Para fiestas etílicas o de "Party
Boat". Para concesiones de hamacas o excursiones cicloturísticas.
Hay algo que no se entiende. Algo fundamental, que desmonta
toda esa teoría bastarda de lo paradisíaco.
Y es que el paraíso no se compra ni se alquila. Hay que
ganarlo.
1 comentario:
Acabo de llegar de Formentera con la sensación de que Mallorca debió ser algo así, más o menos, en los años 50.
Me imagino que la gente de Formentera estará horrorizada con algún desmán urbanístico (que lo hay) y que a mi me parece un juego de niños comparado con, por ejemplo, nuestra playa de Palma, por decir algo y que, a su vez, le parecerá un juego de niños a un valenciano que lo compare con su costa (a la que hace pocos años sólo le quedaban 17km de terreno virgen entre donde acaba Tarragona y donde empieza Murcia).
Espero que Formentera se quede así para siempre. Con su hospital sin ascensores porque todo está en la planta baja, con su platja de Migjorn prácticamente libre de sombrillas y tumbonas, sin chiringuitos cutres con músicas de lata, con su carretera sin desdoblamiento y sus pistas de tierra.
Ojalá tuviéramos más espacios así en Mallorca. Ojalá no tengamos que lamentar la pérdida de ninguno más, aunque la verdad, no creo que vaya a ser posible.
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