(Fotografía del blog Fotos Antiguas de Mallorca)
Los cafés nos parecen
eternos, imperecederos. Como si siempre hubiesen estado allí sin inmutarse.
Engañosa sensación, porque los cafés también nacen, crecen y se esfuman como
tantos otros negocios. Con la particularidad de que después de estar en boca de
todos durante un tiempo, se diluyen en la nada absoluta. Sólo perviven en la
memoria de la que gente que los conoció. No quedan ni en la historia ni en la
toponimia.
La zona del Born tuvo cafés espléndidos, algunos de los cuales todavía
hemos llegado a conocer. No es el caso por ejemplo de la Granja Reus, situada
donde hoy se levanta el edificio de unos grandes almacenes. Un local de mucha
solera y numerosas tertulias, de la época en que las granjas eran territorio de
comuniones y tertulias con chocolate y ensaimada. Se fundó en 1935 y fabricaba
como es debido horchatas, helados y "llet preparada".
Si la Granja
Reus, que cerró en los 60, más o menos ha perdurado en el recuerdo, otros
locales no han tenido tanta suerte. ¿Quién se acuerda hoy del Antonio? Su
espectacular terraza, situada a la altura de Born con Sant Feliu, era un centro
de atracción para todos los públicos. En las cercanías funcionaron otros cafés
de los que sólo he conocido por referencias: el Pullman, el Baleares que estaba
decorado todo con madera como un tren, el café Born.
El que sí
recuerdo con añoranza era el Café Miami. Pertenecía a esa clase de los cafés a
la vienesa, con un gran salón, atmósfera decadente, camareros de etiqueta y una
terraza abierta al Born. En algún libro viejo todavía he encontrado el ticket
de una consumición del Miami, como esas flores secas que se guardan entre las
hojas. Su inmediatez al cine Born lo convirtió en uno de los centros sociales
de la ciudad. Más tarde ambos cerraron y se convirtieron en el comercio que hoy
ocupa el edificio de Gaspar Bennàssar.
En el Carrer
Constitució se hallaba el Café Formentor. Un lugar literario donde los hubiera.
Acogedor y entrañable, recuerdo haber visto allí a un Robert Graves ya muy
mayor, con su cesto, el sombrero de ala larga y una mirada ausente que parecía
atravesar los objetos. Era punto de reunión de artistas y escritores. Hoy el
local se ha convertido en otro comercio.
De otros
lugares sólo he escuchado hablar. Como el famoso Riskal, en la Plaça de la
Reina, el Alhambra, el Mundial, el café cantante Triana en el Carrer Brondo...
Es curioso como
cafés de tanta popularidad, que jugaron un papel decisivo en la vida de tantas
personas, se puedan evaporar en el recuerdo sin dejar apenas rastro.