martes, 12 de enero de 2010
NOCHE DE ROCK&ROLL
Si algo resulta patético hoy en día es la pose del intelectual. Esa especie de trance. Gesto de estar por encima de todo, ser un divino y un exquisito cuyas minucias e intestinidades resultan "artísticas" o "literarias" por sí mismas.
A veces, después de una noche de rock&roll, alguien se acerca con gesto confuso. "Perdone, pero es que no entiendo como usted que escribe libros, tan culto, y sin embargo hace esas cosas impresentables en el escenario. Tan poco serias".
Tiene razón, porque el estatuto del "intelectual" parece siempre apolíneo. Como esos que salen en los programas culturales de "disseny" de la tele y que no necesitan ser caricaturizados, porque ellos mismos elaboran su propia caricatura. La gente no puede entender que alguien que escriba libros sea al mismo tiempo un monstruo saltarín y eructofaciente.
Sudoroso y bebiendo a morro una cerveza intento explicarlo. "Mire usted, si fuese un mecánico de motos nadie se extrañaría de que por la noche hiciera rock. ¿Por qué coño he de ser superior a un mecánico de motos por el hecho de escribir? Tan ridículo sería que fuera a dar una conferencia en plan rockero diciendo tacos y poniendo las botas sobre la mesa como que en un escenario de rock me pusiese las gafas de leer para recitar una cita de Homero. Cada cosa en su sitio. Un rockero serio es intelectualmente impresentable y viceversa".
Qué bien les iría a más de uno de esos intelectuales de invernadero foguearse en las noches pegajosas y efervescentes del rock&roll.
Qué bien sienta ser un impresentable para los que se presentan como presentables.
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