jueves, 27 de octubre de 2011

EL SEÑOR COLOM Y LAS PALOMAS (CUENTO INFANTIL)





El otro día encontré este cuento que escribí en los ochenta para la clase de mi hija. Aunque creo que no lo llegaron a leer:


El señor Colom vivía en el último piso de la casa más alta del barrio que estaba más arriba de la ciudad, situada encima de la montaña más elevada de un país tan alto, que a veces las nubes en lugar de pasar por encima de las casas pasaban por abajo.

Al señor Colom le gustaba vivir tan alto, tan arriba arriba, porque así veía pasar las bandadas de palomas que volaban cuando llegaba el invierno, hacia países donde hiciera menos frío.

Las palomas volaban todas juntas, como si fuesen una nube llena de alas blancas. Y como se aburrían de tanto volar y volar, cantaban siempre una canción que decía así:

“Colom, colom, colometa, colometa, colomita...
Nos vamos del país de la fresqueta para estar más calentitas”

Y el señor Colom, cuando las oía cantar, se asomaba a su tan alta ventana para decirles adiós con la mano.

-- Adéu, adéu coloms! - gritaba.

-- Adéu, adéu senyor Colom! - le contestaban las palomas.

Tanto se asomaba el señor Colom a la ventana que muchas veces, plaf, le caía una caca en la cabeza.

 Y decía:
 “Toma, toma.
Vaya broma
una caca de paloma”

Pero al señor Colom no le molestaba, porque era muy amigo de las palomas y comprendía que, volando tantas horas por el cielo, no se podían buscar lavabos en las nubes.

El señor Colom se sentaba en su butaca, al lado de la ventana, y veía cómo las palomas se iban haciendo pequeñitas, pequeñitas, hasta que sólo eran una manchita blanca en el cielo azul.

Y el señor Colom se ponía triste, pues también a él le gustaría volar y poder irse muy lejos, como las palomas, a países que fueran menos fríos, donde hubiese playas y bosques. Porque en su país sólo había montañas, nieve y mucho frío.

Un día, cuando hacía ya mucho tiempo que habían pasado las palomas, se despertó porque daban golpes al cristal de su ventana.

“Vaya susto y sobresalto
¿quién llamará a mi ventana?
A mí, que vivo tan alto
y a una hora tan temprana”.

Y se encontró con una paloma muy rara. Era muy flaca, llevaba gafas y una bufanda de colores. Además, hablaba de una forma muy extraña.

“Dizculpe uzted, caballero
ez que eztoy algo perdido
no encuentro mi zombrego
y ya comienza a hazed frío”.

Era un palomo muy despistado que se había olvidado del día en que habían de salir volando todas las palomas. Como hacía tanto frío, se puso un sombrero y una bufanda y salió a ver si encontraba a las otras palomas. Pero el viento se había llevado su sombrero y no lo podía encontrar. El palomo sacó un mapa y le preguntó al señor Colom por dónde tenía que ir. Pero el señor Colom no lo sabía.

Así que le invitó a tomar un café con leche, y mientras el palomo leía el periódico, buscó a ver si tenía algún sombrero. Encontró uno viejo y se lo prestó. Pero era tan grande que cuando el palomo se lo puso sólo se le veían las patas.

“Muchaz graziaz caballego
por dejadme zu zombrego”.

Y el palomo salió a la ventana y empezó a volar. Y todo el mundo decía: “Mira, mira, un sombrero que vuela”. Porque sólo se veía la mancha oscura del sombrero dando tumbos por el aire. Además, como el palomo no veía nada, sólo hacía que dar vueltas por encima de la ciudad. Se pasó horas dando vueltas y vueltas. Hasta que, cansado volvió a la ventana del señor Colom, creyéndose que ya había llegado al país calentito.

“Vaya un país más rago
hace calor y eztoy helago”.

Cuando el señor Colom lo vio otra vez en la ventana, con el sombrero hasta las patas, le dijo: “¿Ya ha vuelto señor Palomo de su viaje?”.

Y el palomo, sorprendido dentro del sombrero por oír la voz del señor Colom, le preguntó: “¿Cómo ez que uzted zin alaz ha llegado antez que yo?”.

Hasta que se quitó el sombrero y se dio cuenta de que estaba en el mismo sitio que antes. El señor Colom le dio otro café, y el palomo le pidió permiso para hablar por teléfono. Llamó a la casa de las palomas para ver si alguien le indicaba por dónde tenía que ir. Pero, claro, no contestaba nadie. Porque todos estaban de viaje.

El palomo despistado se puso triste, porque ya hacía mucho frío y no podía volar porque si no se llenarían de nieve sus alas. Al señor Colom le dio mucha pena y le propuso hacer el viaje juntos.

Así que los dos compraron un billete y fueron al aeropuerto. El señor Colom con su maleta y el palomo con su sombrero tan grande, todo el mundo que les veía decía: “Huy, mira. El señor Colom se va de viaje con un sombrero que anda”.

Subieron al avión y estaban los dos tan contentos que cantaban:

“Colom, colometa, colometa colomito
nos vamos del país del fresquete para estar más calentitos”.

Y el final de la historia es que el señor Colom puso una tienda de sombreros para palomas. Así, cuando llegaba el invierno, las palomas se ponían un sombrero muy grande y ya no tenían frío, por lo que no necesitaban volar hacia otro país donde hiciera más calor.

De paso, el señor Colom se pudo quedar también en el mismo país, y no tuvo que volver a su casa que estaba en el último piso de la casa más alta del barrio más elevado de la ciudad que estaba más arriba de un país muy alto y muy frío.

                                                                         FIN

martes, 25 de octubre de 2011

DE LA LIBRETA AZUL

CHAFLANES

Oh, y cómo se desfibran los visillos
tibios, languecinos,
transidos de dedos luminosos
aletean.

Y yo soy
un hueco convexista,
vahado en esta luminaria de recuerdos
ausentes.
Oh místicos chaflanes.
Oh místicos chaflanes.

NOTAS

- El hotel de las sábanas radiantes.

- Salen todos alarmados. ¡El cocinero se ha cortado un dedo! Miro con repugnancia mi plato de escalopines.

- De noche los trayectos son discontínuos, sobresaltados.

- El anonimador solitario.

- El sueño es una colada de la mente: hay de todo.

- Cada vez que mi perro me mira fijamente pienso que es un señor con barba al que trato como a un niño.

- Las nubes cuando se reflejan en un mar en calma proyectan una sombra blanca.

- Una isla geómetra.

- Hay una determinada clase de tiempo, de transcurrir el tiempo, que se deshace en tu boca como un caramelo.

- La memoria de la niñez no es de cosas ni de personajes sino de materias.

- Un negocio imposible. Cines sin películas. Sólo gente sentada en silencio. Pensaderías.

- Otro negocio fatal: tienda de alquiler de piedras.

- Viento de gaviota loca.

- Cáscara de erizo: perfección futil.

- La vida tiene mucha costra y poca miga. Escribir es una de las pocas maneras de encontrar la miga.

jueves, 20 de octubre de 2011

UN "HOMO ANTIC"



 En las conversaciones, aparece a veces un tema que me fascina. Cuando haces referencia por ejemplo a un hombre de campo, ya mayor. Y tu interlocutor hace un gesto admirativo, y dice: “Ah... Aquest era un homo antic”.

La sabiduría popular sabe retratar de forma muy sutil las diferencias. Y cuando alguien te menciona a un “homo antic” sabes que está haciendo referencia a una persona que no participa de estos tiempos. Es decir, que la primera característica resulta esencialmente exclusiva.

¡Un “homo antic”! Tiene unos resabios un poco homéricos, como si nos pudiésemos remontar a generaciones remotas, perdidas en la sombra de los tiempos. Porque la palabra “antic” contiene en sí misma una valoración positiva, un poco mítica. A no ser que se emplee de forma peyorativa, para indicar algo que está pasado de moda. Pero cuando te hablan de un “homo antic” no suele ser en ese sentido.

 Un “homo antic” es como si fuese de piedra o de mármol, hecho de otra materia. Con unos valores bien distintos. En el caso de Mallorca, por ejemplo, el “valor de sa paraula”. Un “homo antic” no necesitaba contratos ni papeles. El compromiso se realizaba  a partir del honor y el apretón de manos. Incumplirlo significaba una terrible deshonra, y era preferible la pobreza a semejante vergüenza. He aquí algo que, en este último período de especuladores, pícaros y corruptos, resulta absolutamente incomprensible.

 Un “homo antic” es resistente, duro, sabe enfrentar la desgracia porque ha vivido en su vecindad toda la vida. No se lamenta cobardemente, sino que intenta sobrevivir con dignidad. Guarda las cosas inservibles que nosotros tiramos al contenedor, intenta trasmitir sus valores de otrora en un mundo que ya no le entiende.

He conocido a varios “homos antics”. Algunos no tenían instrucción alguna, pero estaban impregnados de cultura. De una cultura popular, de proverbios, rondallas y expresiones jugosas. A veces perdían la paciencia y daban golpes en el suelo con el “gaiato” irritados por la incapacidad de los otros. Pero en general eran pacientes, dignos, un poco ensimismados. Con ese carácter solitario de los luchadores.

De vez en cuando los veo. Por un camino, a bordo de un destartalado mobylete. Su sombrerito de paja, la piel cuarteada por el sol, las manos muy grandes. Dirigiéndose hacia un destino que cada día es un poco menos el suyo.

domingo, 16 de octubre de 2011

CON BRASSENS EN EL SANS, LOS DÍAS 29 Y 30 DE OCTUBRE




Concierto en el Teatre Sans junto con Pep Toni Brotons y con la participación estelar de Arantxa Andreu. Los días 29 y 30 de octubre a las 20'30.
Habrá CD de recuerdo. 

lunes, 3 de octubre de 2011

MONÒLEGS DE LA HISTÒRIA", PRESENTACIÓN DE UN NUEVO FORMATO




El próximo viernes día 7 presentamos un nuevo proyecto en el Club Diario de Mallorca.


Se trata de diversos textos dramatizados correspondientes a personajes históricos, con el formato actual del monólogo. De ahí su nombre: "Monòlegs de la Història".

El objetivo es crear un formato de bolsillo, sencillo y barato, que tenga además una vertiente divulgativa y didáctica, ya que todos los textos están sacados de obras literarias o históricas.


El primero es "George Sand: El meu hivern a Mallorca", donde la escritora francesa cuenta su famosa experiencia en Valldemossa. La actriz que encarna a la Sand es Laura Dalmau.

El próximo mes se presentará, en el mismo auditorio, "Yo, Odiseo". Un monólogo donde el propio Odiseo cuenta sus peripecias, según la obra de Homero.

Se trata de una producción compartida con Estudi Zero, a partir de una adaptación del que esto firma.


La justificación de estos monólogos es triple:

- Recuperar la oralidad en un momento en que parece que sólo se prima a la tecnología y a los efectos especiales. Desde siempre, una buena historia bien contada es fuente de información, sentimiento y cultura.

- Teniendo en cuenta el momento de cambio económico y social que atravesamos, todo acto cultural debe tener una vertiente educativa y pedagógica. La educación es el mejor capital de futuro.

- Apostar por iniciativas sencillas, baratas, polivalentes, frente a la mayestática y millonaria cultura oficial que ha arruinado todos nuestros presupuestos.


El monólogo de George Sand comenzará a las 20 horas y la entrada es libre y gratuita.