Para los que éramos unos adolescentes cuando sobrevino la revolución de los Beatles y otros grupos más, el paso de los años plantea algunos problemas muy interesantes. Personalmente, no comprendo como algunos de mis excompañeros, que vivieron aquello tan intensamente, pudieron renunciar con los años y los kilos a muchos ideales. Y se convirtieron en especuladores, políticos tramposos, intelectuales pagados de sí mismos, y otras especies abominables.
¿Se puede traicionar impunemente un ideal tan básico, tan totalizante y determinativo como el de la adolescencia? Qué tristeza la de aquellos que, en el fondo, se avergüenzan de sí mismos. Porque no fueron lo que, de jóvenes, querían ser.
El rock, el pop, el beat, cómo se quiera llamar marcó una época. Y se prolongó durante décadas y generaciones. De manera que, ahora, podemos mirar hacia atrás y hacer balance. Vemos así que los que abandonaron el barco fueron muchos. Otros, se han quedado permanentemente haciendo parodia de sí mismos. Fingiendo, a los cincuenta años pasados, que siguen siendo adolescentes. Y también los hay, aunque son los menos, que han sabido evolucionar sin perder sus puntos de referencia. Y hoy, adultos y maduritos, siguen dando una versión original, verdadera, de la nueva cultura que comenzó en los años sesenta. A través del rock, el beat, el pop o como se quiere llamar.
Ray Davies es uno de esos.
Desde los primeros tiempos de The Kinks hasta hoy han cambiado muchas cosas, pero otras han continuado. Ray Davies sigue mostrando un interés hacia el mundo que le rodea, tierno, ácido, divertido. Con su propia evolución, ha ido presentando temas más adultos, más elaborados. Pero sin perder la frescura y la irreverencia.
Pero, además, con los conciertos “memorialísticos” del “Storyteller” ha dado un paso de gigante. Ha incorporado un elemento de madurez y reflexión al magma juvenil del rock. Ya no es un cincuentón jugando a veinteañero, sino un hombre maduro que ríe y mira hacia atrás, sin perder la vitalidad rockera. No es una caricatura, sino una de las pocas personalidades lúcidas del rock histórico.
Su música me ha acompañado desde los catorce años. “You Really Got Me” me sirvió para canalizar mi rebeldía juvenil, “Sunny Afternoon” era mi himno para no dejarme integrar por el sistema borreguil, “Alcohol” tenía el patetismo de los perdedores, “Rock and Roll Fantasy” me acompañó en los momentos de una separación, incluso utilicé “See my friends” como canción de despedida.
Queda algo por decir. Un mito es algo que a veces tiene poco que ver con la realidad. Representa mucho para ti, pero no tiene por qué corresponderse con los personajes de carne y hueso. Ahora, cuando yo también soy mayor, sé diferenciar una cosa de otra. Ya no proyecto cosas ajenas sobre figuras como Ray Davies, sino que he aprendido a disfrutarlas por sí mismas.
Por eso creo que los mecanismos del rock, el beat, el pop o como queramos llamarlo, pueden seguir vivos desde la adolescencia hasta la vejez. Porque son auténticos, están en el mundo. Y funcionan incluso cuando has superado las mitificaciones de la juventud.
Este es mi gran testimonio de agradecimiento a Ray Davies. Porque su música, sus letras, sus personajes cambiaron mi vida. Y gracias a él sigo vivo.