sábado, 27 de abril de 2019

LA VERDAD DE LA TRAGAPERRAS

Fui un pésimo estudiante de Derecho. Todavía hoy no comprendo como empecé a estudiar esa carrera, justamente cuando mis ideas eran más ácratas que nunca. Los temas me parecían aburridos. Los profesores un tostón. Mis compañeros no compartían mis inquietudes.

De todos los cátedros y adjuntos que tuve, solo uno despertó mi interés y hasta mi admiración. Era adjunto de Derecho Civil. Un tío con desparpajo y algo desgarbado. Hablaba de forma atropellada y criticando a diestro y siniestro. Demoledor. "Sí señores. Lo mejor es el anarquismo", decía para mi entusiasmo. Era inaudito escuchar algo así de labios de un civilista.

Tanto fue así que me atreví a hablar con él varias veces. Y me preguntaba entrecerrando los ojos: "¿Y qué dicen mis alumnos de las clases?". Yo mentía y le decía que todos estaban muy impresionados.
Era Luis Pasqual Estevill. Un día desapareció sin dejar más rastro. Yo me dije: "Ya ha sido depurado". Y le tenía por un héroe.

Un tiempo después leí en el "Tele-Exprés" que había sufrido un accidente automovilístico. Le habían salvado un grupo de jóvenes que hacían las milicias universitarias en Castillejos. Él se deshacía en elogios y afirmaba sentirse orgulloso de aquellos militares en ciernes, como "buen joseantoniano".

Aquello me sorprendió bastante. ¿Un "joseantoniano" anarquista?

Pasaron los años y comencé a verle sentado en la exclusiva terraza del Sándor, con un abrigo de esos largos y azules. Y fumando puros. Entonces comenzó a salir su nombre en la prensa, como un controvertido juez.

Finalmente, fue procesado por corrupción. Separado de la judicatura e incluso encarcelado. Se habló de sus orígenes como pastor en un pueblo de Tarragona. De la extorsión a la que sometía a determinados acusados. De la protección de que gozaba por parte de Pujol. De su tendencia a la 
ludopatía y la buena vida. Su nombre pasó a la crónica negra.

Hace muy poco, entré en un pequeño café de la zona alta de Barcelona. Tan pequeño que apenas cabía la máquina tragaperras y la barra. Y allí estaba mi antiguo profesor. Totalmente enfrascado en las monedas, las cantinelas mecánicas, los premios y las frutas. Echaba una moneda tras otra como si en ello le fuera la vida. Llevaba todavía uno de aquellos abrigos largos de señor, pero en su camisa se apreciaban algunas manchas y un cierto porte de abandono. Ausente, envejecido.

Estuve a punto de decirle algo, pero no tenía sentido. Me produjo una infinita tristeza. Porque era el símbolo de una época en que te parecía posible cambiar las cosas con las ideas. Pero al final, sólo hay dinero, poder. 

Y tragaperras.



En las clases de Derecho Civil me dedicaba a dibujar a los profesores. Así vi a Luis Pasqual Estevill en 1969.



https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20061021/el-exjuez-estevill-ingresa-en-prision-para-cumplir-una-pena-de-9-anos-5398620

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